Paciencia y validación: los desafíos invisibles del crecimiento interior
- Juan David Hernández
- 9 nov
- 6 Min. de lectura
Actualizado: hace 4 días
Vivimos en una época en la que todo se quiere ya. Nos han enseñado a medir nuestro valor en función de lo que logramos, de lo rápido que llegamos, de cuántas cosas podemos mostrar. El tiempo se ha vuelto una carrera, contra reloj y detenerse parece un lujo. Pero ¿qué pasa con esos procesos que no se ven? ¿Con esas batallas internas que no dejan trofeos, pero cambian el modo en que respiramos, pensamos o sentimos?

A veces el crecimiento no tiene aplausos. A veces ocurre en silencio, mientras tratamos de entendernos, de perdonarnos o de simplemente seguir en pie día a día. Y justo ahí, donde parece que no pasa nada, estamos cambiando más de lo que creemos.
En este artículo quiero hablar de esa ansiedad silenciosa por no avanzar al mismo ritmo que los demás, de la necesidad de validación que nos consume y de cómo, a pesar de todo, el crecimiento personal sigue ocurriendo incluso cuando no se nota.
La trampa de la inmediatez y la comparación
Las redes sociales, los estándares y hasta los discursos motivacionales han creado una sensación falsa: la de que todo debe ir rápido y que, si no estás avanzando al mismo ritmo que los demás, estás fallando por completo.Pero la psicología lleva años advirtiéndolo: compararnos constantemente deteriora nuestra autoestima y distorsiona nuestra identidad.
Según el psicólogo Leon Festinger, la teoría de la comparación social explica que las personas tenemos una tendencia natural a evaluarnos en relación con los demás. En pequeñas dosis, puede ser constructiva, pero cuando se convierte en un hábito prácticamente diario, genera una autoimagen frágil y dependiente de la validación externa.Y eso pasa más de lo que creemos como lo puede ser en la universidad, en el trabajo, en las relaciones, incluso en lo físico. Nos miramos al espejo esperando parecernos a algo o alguien.
Y eso pasa más de lo que creemos. Antes nos comparábamos con nuestros amigos del colegio, los compañeros de trabajo o los vecinos del barrio; pero ahora, con las redes sociales, la comparación es constante y global. No es lo mismo intentar seguirle el ritmo a un grupo de veinte personas que a millones. Cada día vemos logros, cuerpos perfectos, viajes, relaciones ideales y sin darnos cuenta, empezamos a medir nuestro propio valor en base a una vida ajena.
Nos miramos al espejo, revisamos nuestras metas o nuestras publicaciones esperando aprobación. Queremos que nos digan que vamos bien, que valemos, que lo estamos logrando. Pero en esa búsqueda interminable por encajar en un estándar masivo e imposible, nos olvidamos de algo esencial, que lo que de verdad importa no necesita likes para existir.
Esto no solo afecta a la mente, sino también a nuestro cuerpo. La exposición constante a comparaciones en redes sociales puede aumentar los niveles de ansiedad, insatisfacción corporal y estrés emocional. Y lo más peligroso es que nos acostumbra a vivir en una carrera que no tiene una meta real, corremos para demostrar constantemente que valemos algo.
La paciencia: una forma de autocompasión
Aprender a ser pacientes con nosotros mismos no es rendirse, es aceptar que los procesos internos tienen su propio ritmo. La doctora Kristin Neff señala que “tratarnos con amabilidad cuando fallamos o nos sentimos insuficientes reduce la ansiedad y fortalece nuestra resiliencia emocional”.No se trata de que nos conformemos, sino de entender que crecer no es algo meramente lineal. Que a veces retroceder un paso también forma parte del camino.
Ser pacientes consiste en dejar de exigirnos resultados inmediatos, de castigarnos por no estar “donde deberíamos estar”. Esto implica reconocer que cada experiencia, incluidas aquellas que resultan difíciles, contribuyen a nuestra transformación personal de maneras que pueden no ser claras de inmediato.
El sentido de pertenencia y la aceptación
Una de las necesidades más profundas del ser humano es sentirse parte de algo. La psicología lo sitúa justo en el centro de la pirámide de las necesidades básicas: la pertenencia y el amor.
Aquí es donde entra un fenómeno muy actual. Abraham Maslow señalaba que, una vez satisfechas las necesidades fisiológicas y de seguridad, el ser humano busca la aceptación, el reconocimiento y el afecto. En el pasado, eso se encontraba en los grupos sociales más cercanos como lo era la familia o los amigos, pero hoy esa búsqueda se ha trasladado al terreno digital.

Necesitamos que los demás vean, reconozcan y validen lo que hacemos. Ya no basta con saber que estamos creciendo o mejorando, queremos que lo noten. Publicamos logros, avances o hasta momentos vulnerables esperando, aunque sea inconscientemente, que los demás respondan con un “me gusta”, un comentario o alguna muestra de aprobación.
Las redes sociales se han convertido en un espejo que refleja lo que creemos que somos, pero también en una trampa, cuanto más mostramos, más sentimos que necesitamos mostrar. Y con ello, poco a poco, la validación externa se vuelve combustible emocional. Nos calma, nos sostiene, pero también nos vuelve dependientes.
Y es que ahora no solo buscamos aceptación de quienes conocemos, sino también de desconocidos. Esperamos que nos digan “qué bien vas”, “qué bonito te quedó”, “qué orgulloso estoy”. Y aunque no hay nada de malo en disfrutar de la aprobación, el peligro aparece cuando empezamos a sentirnos vacíos si no llega.
A menudo llegamos a confundir el pertenecer con encajar. Buscamos aceptación moldeándonos a lo que los demás pueden esperar de nosotros, aunque eso implique alejarnos de lo que somos nosotros mismos. Y cuando la aprobación externa se convierte en el motor de nuestras vidas, perdemos el rumbo interno.
Encontrar el equilibrio entre ser aceptado y ser fiel a uno mismo es uno de los desafíos más difíciles del desarrollo personal. No se trata de que vivamos aislados de todo, sino de entender que la validación más importante no es la que llega de fuera, sino la que nace de dentro.Solo cuando dejamos de medir nuestro valor en función de la mirada ajena empezamos a sentirnos verdaderamente en paz con quienes somos en verdad.
El reto está en recordar que nuestro valor no depende de la visibilidad de nuestros procesos ni del eco que tengan. Que hay logros que no necesitan aplausos, y crecimientos que no se publican, pero igual son profundamente reales.
Aunque no se note, algo cambia
Hay etapas en las que sentimos que nada ha cambiado. Donde las metas que nos proponemos parecen muy lejanas y los esfuerzos, inútiles. Pero el crecimiento interior rara vez se nota mientras ocurre.A veces se manifiesta sutilmente como si se tratase de una reacción muy tranquila, en una conversación que antes evitábamos, en una emoción que aprendemos a controlar sin el querer huir de lo que estamos sintiendo.
La paciencia no es pasividad. Es confianza en el proceso, es el permitirnos estar en construcción sin llenarnos de culpa. Porque sanar, madurar y aprender también requieren silencio y tiempo.La psicología positiva, con autores como Martin Seligman, defiende precisamente esto ya mencionado, el bienestar real no surge de eliminar lo negativo, sino de cultivar la fortaleza emocional para poder atravesar todo lo que estamos pasando.
Crecimiento interior a tu propio ritmo
No todos florecemos igual. Algunos lo hacen pronto, otros necesitan más estaciones. Pero cada proceso es válido. La vida no es una línea recta, sino una secuencia de pausas, tropiezos y reencuentros. Y en medio de todo eso, seguimos creciendo, incluso cuando no se nota.
A veces pienso que nos exigimos tanto porque no confiamos en el tiempo. Queremos resultados que validen que estamos bien, que vamos por el camino correcto. Pero crecer no siempre se nota, y eso no lo hace menos real.Creo que la verdadera madurez está en aprender a sostenernos incluso cuando no hay resultados, en confiar en que, aunque no se vea, algo dentro se está moviendo.
Es como llegar a plantar una semilla, no la vemos crecer de un día para otro. Hay que regarla, cuidarla y darle tiempo. Aunque bajo la tierra su avance sea invisible, las raíces se fortalecen poco a poco, preparándose para que, cuando llegue su momento, la semilla brote y se transforme en una flor, dejando que la vida siga su rumbo.
Bibliografía
Ruiz Mitjana, L. (2019, 27 de mayo). La teoría de la comparación social de Festinger. Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/teoria-comparacion-social-festinger
Rojo, X. (s. f.). ¿Qué es realmente la autocompasión? Psic Xóchitl Rojo. https://www.psicxochitlrojo.com/blog/autocompasion/
Sutton, J. (2016, 4 de octubre). Martin Seligman’s positive psychology theory. PositivePsychology.com. https://positivepsychology.com/positive-psychology-theory/
Docentes al Día. (2022, 13 de marzo). La pirámide de Maslow: jerarquía de las necesidades humanas. https://docentesaldia.com/2022/03/13/la-piramide-de-maslow-jerarquia-de-las-necesidades-humanas/
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